jueves, 5 de febrero de 2015

Tecnología 2015

Desde sus comienzos, en Tesla querían desarrollar vehículos eléctricos que compitiesen con los modelos convencionales, pero sin parecerse a ellos, rompiendo con casi todo lo establecido y aprovechando las últimas tecnologías. Por eso, una gran pantalla central de 43 centímetros –más parecida a un iPad aumentado que a una consola tradicional– controla todos los elementos del vehículo e incluso tiene conexión a Internet. Se maneja del mismo modo que una tableta y es muy fácil navegar para quien sepa manejar un ordenador y no tanto para quien no. Este es probablemente el signo más evidente de que el coche está diseñado y fabricado en Silicon Valley y no en Detroit. Tanto es así, que en la consola solo hay dos botones, uno para los intermitentes de emergencia y otro para abrir la guantera. Ni mandos para la calefacción ni la radio ni nada... No sabemos si este es el camino a seguir, pero, también en este sentido, el Tesla es un pionero.

“La moral del trabajo es la moral de los esclavos y el mundo moderno no tiene necesidad de esclavitud”, escribió Bertrand Russell en Elogio de la ociosidad (1932), preconizando un nuevo modelo social en el que trabajasen las máquinas y el ser humano se dedicase a cultivar las artes. “Sin la clase ociosa, la humanidad nunca habría salido de la barbarie”, decía. Y aunque casi un siglo más tarde la humanidad continúa esclava de sus propias tareas, los robots ya son los jefes de muchas fábricas y la automatización por software se ocupa de tareas sorprendentes como la aviación comercial, en la que el piloto ha sido relegado a un papel de mero supervisor informático.
Es cierto que todavía no han llegado a nosotros robots como aquellos cíborgs sometidos al capricho humano que imaginó Philip K. Dick en Blade Runner, o los mayordomos autómatas de El dormilón (Woody Allen), pero la distopía es hoy mismo: la robótica doméstica se expande con pequeños humanoides que realizan tareas menores, reconocen caras, bailan y hablan en diferentes idiomas.
 

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